Lo repitió varias veces. “Lo nuestro no tiene futuro”. Ella era un bosque ardiendo en llamas durante el otoño, yo era un zorro lo suficientemente astuto como para no quemarme, pero con tanta fe, que saltaba intencionalmente hacia el fuego con la esperanza de que el oxígeno algún día nos hiciera falta. No creía en la realidad ni en el presente. “Me preocupa lo que pasará después”, decía. Yo veía la vida como una habitación para dos, ella no estaba lista para atar lazos; pero ella tampoco sabía que mi locura no era cuerda. Yo nunca fui brújula ni mapa ni planes. Me aferraba al pasado y vivía el momento como si no hubiera un mañana. Ella era la chispa, el motor, el impulso, la voluntad y la certeza. Yo quería ser libre sólo con ella; ella también.
II - VIII El reloj nunca conoció la verdadera cara del tiempo, pues ningún instante se presentó puntual a su cita. Ojalá que los momentos no sean así para los amantes que llegan siempre con sincronía. I - IV La única realidad que conocían, era aquella oculta justo frente a sus ojos. Aunque jamás estuvieron dispuestos a aceptar su amor y murieron sin conocer la libertad. II - V Para poder aprender lo que las montañas tenían para enseñar, los árboles también tuvieron que pasar su vida en silencio. Incluso cuando estaban solos. I - VI —Piensa en lo que más quieras, y pídeselo al universo —dijo el búho. —No quiero nada más —le respondió el vacío—, en su corazón lo tengo todo. III - VII A pesar de que estuvo prestando especial atención hacia la puerta durante cada segundo de la noche, nunca la vio pasar. III - I Le gustaba atravesar senderos que no estaban marcados. Sentía casi como si fuera su destino trazar el camino para aquellos olvidados que venían detrás. III - V Luego de encontrar al león, la ciudad en ruinas y el color a punto de extinguirse, la tomó de la mano y emprendieron un viaje para encontrar el resto de las palabras que nunca se dijeron. I - III Al final de los tiempos, cuando ya no había nada por lo cual luchar, aún sentía que debía quedarse a su lado; y así fue, pero ella ya no estaba. III - IX —No puedes ir por la vida robándole el corazón a los viajeros que buscan la paz —le explicó el mar—, debes encontrar la manera de derrotar primero a tus demonios. II - IX Se dio cuenta que para encontrar lo esencial, era necesario saltar al vacío con los ojos cerrados. Y pasó los días buscando en la cima de cada acantilado por alguien más que estuviera dispuesto a saltar. I - II Viajó a la velocidad de la luz en línea recta, pero entre más cerca del horizonte, más lejos estaba de casa. II - VI —Sin tomar en cuenta la ruta que tomaron las vidas de ambos, mi única preocupación, es que seas feliz —afirmó sonriendo. II - VIII Después de la calma que trajo la tormenta, el náufrago no quiso permanecer más a su lado. Sus sueños se habían hundido en el mar para siempre. I - I Te toma por sorpresa, sí. Pero la magia de aceptar lo inesperado radica precisamente en esa sutil caricia del destino recordándote que aún existes.
II - IV Con el tiempo, el cachorro entendió que nunca fue su amo, sino que siempre fueron amigos. Y más que amigos, hermanos. III - I Ella era el color, el frío, la incertidumbre y el amor; su nombre era Ana. Nunca, nadie, se arriesgó a conocerla. III - I Ella era capaz de ver el futuro, pero no podía hacer nada al respecto. Eso era lo que más le preocupaba. II - II Lo que más le pesaba, es que jamás pudo descubrir la fórmula perfecta para no volver a olvidar. II - II Han pasado varias eras, y el búho que va y viene desde la biblioteca hasta el océano, nunca posterga su vuelo. II - II El recuento de sus vidas pasadas lo llevó a crear un mundo alterno en el que nadie pudiera tocarlo; excepto ella. III - VIII Cuando le atravesó de lleno el alma, el corazón saltó de alegría con la esperanza de que algún día su amor la hiciera cambiar.
La realidad es que te imagino sumergida superficialmente en tus legítimas pseudocreencias de lo que alguna vez no fue, dejando en lo apacible de la locura estremecedora de tu inexistente pero tangible ser el conmovedor acontecimiento ficticio que nos causa indiferencia, atado a la libre causa sin motivo en la que tu alma prohíbe no realizar tus deseos más despreciables agitando la inamovible guerra pacífica entre lo que recordamos olvidar y lo que olvidamos recordar, dejando en el ardiente paraíso del limbo la maravillosa ruina de nuestro íntimo amor ajeno, cargando la agonizante culpa de la excusa solemne de un crimen irrelevante, en el que los dos se golpean suavemente con una estrepitosa caricia sutil y desgarradora.