No digo que sea buena,
pero tampoco es que sea mala.
Es Ana. Ananá. Nada más.
La escribí y le escribí, pero hubiese querido
que fuese ella quien me escribiera a mí.
Y no, no me escribió, pero me describe perfectamente.
A mí. A la historia. A nosotros.
No quisiera que hubiese sucedido de otra forma,
pero la verdad, me habría gustado.
Y si no cuento detalles, es porque no los hay.
Y si no tiene final, es porque no lo quiero.
Tomo una minúscula fracción de lo que,
según mi percepción, fue lo que sucedió,
y lo grito entre notas y silencios para
que, más que entenderlo, lo sientan.
Ojalá que ella sí lo hubiera entendido.
Espera que ya no la espere, pero la espero.
Quiere que ya no la quiera, pero la quiero.
Y nunca nadie nada, pero siempre alguien todo.