Perfecta


Te voy a decir qué hiciste para gustarme tanto:
nada.
Es simple. Es absurdo. No tiene sentido.
Pero así es.
No hiciste absolutamente nada.
Sucede que creo en las almas,
y la tuya, querida, transpiraba una atmósfera de paz
que no podrías ocultar ni equivocándote diferente
ni volviendo a nacer.
Te sentía tan conocida…
conocida de antes;
de otra vida.

Tenías
el nombre perfecto, la sonrisa perfecta,
el cabello perfecto, la mirada perfecta,
el humor perfecto, la estatura perfecta,
el aroma perfecto, la actitud perfecta,
el intelecto perfecto, la piel perfecta,
el color perfecto, la voz perfecta,
el movimiento perfecto, la dirección perfecta,
el tiempo perfecto, la experiencia perfecta…

Mentira.

La verdad es que eras todo,
excepto perfecta;
eras real.

Y por eso me cuesta tanto dejarte ir.

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