Volar


Esta temporada de no verte me ayudó a darme cuenta de que tenías razón, pues realmente no es posible morir por tu ausencia, pero cómo duele que no estés; y qué opacos están los días de sol, y qué triste suena el francés, y qué insípida es la nieve a medianoche, y qué saladas mis mejillas luego de la tormenta en mis ojos que extrañan a los tuyos.

Ni me lo recuerdes, ya sé que es mi culpa.

Yo no sabía qué tan bueno era bailando,
hasta que me paré en el medio de la pista
cuando nadie me veía,
y volé.
Pero, ¿de qué me sirve volar, si no vas montada en mi espalda?

Quizás deberíamos guardar las cartas para otra vida, encontrarnos en la estación y tomar un tren hacia el pasado para advertirnos del peligro que sugiere pasar tiempo juntos; yo nunca quise lastimarte.

Le voy a componer veintitrés baladas a tu voz para que me haga compañía, y me voy a tatuar tu nombre en cada uno de mis dedos para que vayas de mi mano, a todos lados, destruyendo todo lo que amo y construyendo ruinas sobre nidos de aves silvestres al atardecer; aún tienes sabor a la primavera en que te conocí, pero con letras tan secas que parece otoño en tus labios.

Me gusta que, conmigo o sin mí, tus estrellas brillen cegadoras y el sendero por el que vas no se borre aunque arrastres los pasos. Tal vez no te das cuenta, pero vas dejando un camino de semillas conforme avanzas, y no sabes disimular tu sonrisa enamorada de la vida a dondequiera que vas.

Algo de lo que estoy totalmente seguro es que no voy a ir detrás de ti, ya no:
No se me había ocurrido antes, pero ahora me doy cuenta de que es mejor darle la vuelta al planeta entero en la dirección opuesta para, al final, encontrarte de frente y que veas en lo que me he convertido.
Me muero por ver lo alto que vas a llegar, y lo lejos que estarás cuando te encuentre…

Pregúntame mañana o en diez años.
Pregúntamelo el siglo que viene o en la próxima vida;
mi respuesta va a ser siempre la misma:
sí, quiero estar contigo.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario