Padre


Lo malo de no creer en ningún dios,
es que no hay nadie más a quién agradecer porque existes.
Nadie a quién atribuirle el que estés a mi lado.

Sin embargo, te aprecio, padre, por ser un hombre honorable,
cuyo mutismo elocuente habla más sabio y sereno que las palabras mismas.

Te valoro, padre, por ser un hombre de convicción,
y por enseñar con acciones lo que realmente significa el amor,
la justicia, el trabajo, la verdad y el perdón.

Te estimo, padre, porque nunca has fallado,
porque construyes la confianza con cimientos firmes e indestructibles.

Te quiero, padre, porque tú me quieres, porque siempre crees en mí
y porque eres un modelo en mi vida.

Y como no tengo un dios a quién agradecerle porque sigas aquí,
te agradezco a ti. Y el único día que aborreceré, será el día que me hagas falta,
pero estaré feliz por ti, y espero que tú sí tengas un dios
que te cuide y te albergue en su manto, pues nunca has merecido menos.

Bendito el día que llegaste al mundo.
Bendito tú, mi padre.

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