Suicidas


Mi terapeuta me dice que te supere,
yo le pido a mis textos que traten de superarte
y mis textos me preguntan que cómo es posible
que alguien pueda llegar a superarte alguna vez.

Y dicen que el loco soy yo.

Locura sería no aceptar que me vuelves loco;
los seis mil doscientos veintiún pasos hasta tu casa,
los cinco minutos más para que estés lista,
tu loción de vainilla a la medianoche,
las calles vacías en grand jeté.
Tu ropa sucia,
las botas que ya no te pones,
tus muñecas mirando al horizonte,
las llamadas perdidas.
El cascanueces atento a
tus suspiros
exigentes
de mí.
El instante previo a que te molestes conmigo,
tus gestos cuando ocultas la sonrisa,
el aire que nos falta
cuando me perdonas.

Locura es lo que expresas cuando callas;
pedirte que te vayas,
reclamarte cuando fallas,
interrumpirte si te explayas.
Y debo aceptar que ahora
me duele ver el mar,
o verte a los ojos,
que es lo mismo.
Debo creer que seguirás a mi lado,
como prometiste;
recordar que el frío
también quema,
y quemas tú,
hielo.

Quema el silencio.

Verdad es
 que aún te sueño
cuando no duermo a tu lado,
que te deseo cuando te tengo
y que te extraño hasta
cuando te veo.

Pero sé que te encontraré cuando
ya no te busque, pues
hemos siempre sido contradicciones;
de caricias a tifones.
Suicidas amantes de la vida.
Viajeros sin boleto de ida.
Navegantes con brújula perdida.
Laberintos sin salida.

Así es que si he de superarte, querida…
será en otra vida.

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